martes, 31 de mayo de 2011

SI AMAS A CRISTO...

    Si amas a Cristo, nunca te avergüences de dar testimonio de Su persona y obra. Puesto que te ha amado y lavado de tus pecados con Su sangre, no tienes porqué esconder a los demás el amor y afecto que sientes hacia Él.

     Un viajante, de vida impía y descuidada, en cierta ocasión preguntó a un indígena, un hombre convertido y temeroso de Dios: “¿Por qué haces tanto por Cristo? ¿Por qué hablas tanto de Él? ¿Qué es lo que este Cristo ha hecho por ti para que te tomes tanto trabajo por Él?”.

     El indígena no le contestó con palabras, sino que juntó unas cuantas hojas secas y un poco de musgo, y con ello hizo un anillo en el suelo. Luego tomó un gusano, lo puso en medio del anillo, y prendió fuego a las hojas y al musgo. Las llamas pronto se elevaron, y el calor empezó a asar al gusano. Con terrible agonía éste trató de escapar por cualquier lado pero todo era en vano, hasta que en su desespero se enrolló en el centro del anillo y aguardó el instante en que sería consumido por el fuego.

     En aquel momento el indígena extendió su mano, tomó el gusano, lo puso suavemente sobre su pecho y dijo al viajante desconocido: “¿Ves este gusano? Yo iba a perecer como este animalito. Estaba a punto de morir en mis pecados, en desespero y al borde mismo del fuego eterno. Pero en estas circunstancias JESÚS extendió Su poderoso brazo. Fue JESÚS quién me salvó con Su diestra de gracia, y me arrebató de las llamas eternas. Fue JESÚS quien me puso a mí, pobre gusano pecador, cerca de Su corazón amoroso. Viajante desconocido, esta es la razón por la cual hablo tanto de Él. Y no me avergüenzo, pues LE AMO”.

     Si hemos gustado algo del amor de Cristo, mostremos también el mismo sentir de este indígena. ¡Nunca lleguemos a pensar que podemos amar a Cristo demasiado, vivir demasiado cerca de Él, confesarle con demasiado valor, y entregarnos demasiado a Él.

       En el amanecer de la resurrección, lo que más nos sorprenderá será el hecho de que mientras estuvimos en la tierra no amamos más a Cristo.

Joya prestada del libro “El secreto de la vida cristiana”

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