martes, 22 de noviembre de 2011

EN BUSCA DE LA FELICIDAD...

      Por altos robledos y hiedrosas vides perseguí a la Felicidad con ansia de hacerla mía. Pero la Felicidad huyó y corrí tras ella por cuestas y cañadas, por campos y praderas, por valles y torrentes hasta escalar las cumbres donde chilla el águila. Crucé veloz tierras y mares; pero siempre la Felicidad esquivó mis pasos.
      
      Desfallecido y agotado, desistí de perseguirla y me puse a descansar en una playa desierta y se me acercó un pobre y me pidió de comer y otro limosna. Puse el pan y la moneda en sus huesudas manos y otro vino en demanda de simpatía y otro en súplica de consuelo. Compartí con cada menesteroso lo mejor que tenía.
      
      Entonces he aquí que, en forma divina, se me apareció la dulce Felicidad y suavemente me dijo al oído: “Soy tuya”. Y comprendí que quien fue en busca de la Felicidad no la halló donde la buscaba: pues nadie puede hallarla si va en pos de ella, porque emana de las acciones y no es producto de caza como las reses acosadas por los ojeadores.
      
      Ningún ser humano, por rico que sea, encontrará jamás la felicidad, si para él solo la desea, pues el egoísmo no es ingrediente de las satisfacciones duraderas de la vida. A nadie puede satisfacerle una acción egoísta, porque con ella quebranta la ley de Dios.
     
      Si una persona solo se dedica a ganar dinero, u otra actividad exclusivamente, y descuida la educación de las facultades morales que puedan capacitarle para estimar la verdadera felicidad, no estará en su mano alterar los resultados del hábito cuando deje de ejercer esa actividad en la que se concentró.
      
      Si no mantenemos viva nuestra capacidad de estimar lo verdadero, lo bueno y lo bello, nos sorprenderá vernos como Darwin, que en mitad de su vida cayó en la cuenta de que había perdido la facultad de gozar en la literatura y la música.
      
      Siempre está hambriento el corazón humano porque la infelicidad es el resultado del hambre de adquirir, pero la felicidad es el premio del hambre de dar, y esto si le sacia, cumpliéndose así la promesa de Jesús:
MAS BIENAVENTURADO ES DAR QUE RECIBIR” (hechos 20:35)

Readaptación del libro “La alegría de vivir”

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