sábado, 16 de julio de 2011

¿CONDUCIR O SER CONDUCIDO?...

       Cada año se celebran en el  País Vasco unas fiestas relacionadas con los toros. Lo más espectacular de ellas son los encierros callejeros.
Gente y toros corren por las calles en las cuales ocurren infinidad de accidentes debido a que hay toros bravos que se quedan rezagados y desorientados.
      
       Al llegar al final del recorrido de repente se abren las puertas de la plaza de toros y ¿Adivinen quienes son los líderes de la manada? Rápidamente viene a nuestra mente la imagen de un imponente toro BRAVO. Pero…¡Atención! ¿Qué es lo que ven nuestros ojos? De repente encabezando la manada vemos a los toros MANSOS conduciendo a los toros bravos como padres que guían a sus hijos ¡Sorprendente! ¿No?.

       Cristo  usaba ejemplos naturales de la vida para darnos lecciones espirituales, y en una ocasión dijo “APRENDED DE MÍ, QUE SOY MANSO y HUMILDE DE CORAZÓN…”
Pero…Manso y humilde ¿Para qué? Para hallar en Dios el descanso para nuestras almas. La persona que halla ese descanso se vuelve prudente y la Palabra de Dios nos enseña que en el corazón del prudente reposa la sabiduría (Prov.14:33) y ella (la sabiduría) halla la ciencia de los consejos (Prov.8:12)
¿Quieres conducir o ser conducido? El secreto está en aprender a ser mansos y humildes de corazón como Jesús.

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